¡SOMOS NAFARURBEX!
Las palabras tienen algo mágico, algo magnético cuando suenan. Se asientan profundamente y hacen que nos sintamos totalmente diferentes de un instante al siguiente.
Abandonado, urbex, decadencia... y de repente las ansias aparecen como un hormigueo incesante entre los dedos, se tensionan los músculos de las manos, las pupilas enferman de avaricia.
Puede parecer que esas sensaciones hacen que el tiempo se detenga pero eres tú quien quiere detenerlo, atraparlo y dejarlo encerrado para siempre. Por eso se atraviesa el umbral de una vieja puerta, se salta una valla, se busca el hueco de una ventana o te quedas a unos metros de las estructuras a las que te enfrentas con una cámara en la mano.
Sea como fuere, te detienes si estás paseando, memorizas el lugar para volver luego, preguntas a los que crees que pueden informarte o mentalizas el resultado del disparo sin abrir la mochila.
¿Todo eso dan de sí unas palabras?
Afortunadamente, van más allá incluso. No es necesario ver in situ un lugar si entre los labios se asoman esos adjetivos mágicos.
Todos, como integrantes de NafarUrbex, tenemos esa curiosidad enraizada en el anillo de enfoque y no es condición sine qua non permanecer juntos en el mismo lugar y a la misma hora para llegar a casa y compartir con el resto del grupo algunos disparos casuales. Y ése, y no otro, es el motivo de este post. Compartir esas fotografías casuales que no han llegado antes al blog por diversas razones, porque nunca está de más permitirse una parada en un lugar que, a pesar de su escasa riqueza fotogénica, no deja de ser un abandono, un rincón poco conocido o una perspectiva a la que los demás no dan el valor que para otros tiene.
Plantarte delante de esas paredes que se sostienen en pie a pedazos, enfrentarte a los contrastes extremos de las ventanas en los días de luz dura o mimar visualmente el destrozo que el tiempo ha dejado sobre el mobiliario es algo que no podemos evitar cuando el paisaje se presenta recortado por las siluetas solitarias del abandono.
Una extraña mezcla de dulzura y lástima que nos invade, una suerte de sinestésico sentir por la fotografía, una revelación imposible que no cabe en un pentaprisma pero un diafragma se esfuerza por recoger y congelar para futuras visitas visuales.
Entre paso y paso, uno se sorprende con lo más trivial o se entretiene con lo menos sorprendente, pero la satisfacción de llevarte un trozo de tiempo para que permanezca inmutable, no puede compararse a ninguna otra disciplina fotográfica.
Poner atención a los detalles es tan importante entre nosotros como ser capaz de abrazar toda la escena con un solo disparo y ya no nos sirven las máximas que dicen que menos es más, o que un cristal determinado es para paisajes.
La exploración, va más allá de lo urbano y se extrapola, casi sin querer a la evolucionada caja oscura que llevamos en las manos. La experimentación y el aprendizaje pasan a formar parte del periplo y nada ni nadie podrá convencernos de que cada disparo es ir un paso más allá en una disciplina que ya no es puro urbex, no es pura fotografía, no es pura afición.
Somos NafarUrbex.
Abandonado, urbex, decadencia... y de repente las ansias aparecen como un hormigueo incesante entre los dedos, se tensionan los músculos de las manos, las pupilas enferman de avaricia.
Puede parecer que esas sensaciones hacen que el tiempo se detenga pero eres tú quien quiere detenerlo, atraparlo y dejarlo encerrado para siempre. Por eso se atraviesa el umbral de una vieja puerta, se salta una valla, se busca el hueco de una ventana o te quedas a unos metros de las estructuras a las que te enfrentas con una cámara en la mano.
Sea como fuere, te detienes si estás paseando, memorizas el lugar para volver luego, preguntas a los que crees que pueden informarte o mentalizas el resultado del disparo sin abrir la mochila.
¿Todo eso dan de sí unas palabras?
Afortunadamente, van más allá incluso. No es necesario ver in situ un lugar si entre los labios se asoman esos adjetivos mágicos.
Todos, como integrantes de NafarUrbex, tenemos esa curiosidad enraizada en el anillo de enfoque y no es condición sine qua non permanecer juntos en el mismo lugar y a la misma hora para llegar a casa y compartir con el resto del grupo algunos disparos casuales. Y ése, y no otro, es el motivo de este post. Compartir esas fotografías casuales que no han llegado antes al blog por diversas razones, porque nunca está de más permitirse una parada en un lugar que, a pesar de su escasa riqueza fotogénica, no deja de ser un abandono, un rincón poco conocido o una perspectiva a la que los demás no dan el valor que para otros tiene.
Plantarte delante de esas paredes que se sostienen en pie a pedazos, enfrentarte a los contrastes extremos de las ventanas en los días de luz dura o mimar visualmente el destrozo que el tiempo ha dejado sobre el mobiliario es algo que no podemos evitar cuando el paisaje se presenta recortado por las siluetas solitarias del abandono.
Una extraña mezcla de dulzura y lástima que nos invade, una suerte de sinestésico sentir por la fotografía, una revelación imposible que no cabe en un pentaprisma pero un diafragma se esfuerza por recoger y congelar para futuras visitas visuales.
Entre paso y paso, uno se sorprende con lo más trivial o se entretiene con lo menos sorprendente, pero la satisfacción de llevarte un trozo de tiempo para que permanezca inmutable, no puede compararse a ninguna otra disciplina fotográfica.
Poner atención a los detalles es tan importante entre nosotros como ser capaz de abrazar toda la escena con un solo disparo y ya no nos sirven las máximas que dicen que menos es más, o que un cristal determinado es para paisajes.
La exploración, va más allá de lo urbano y se extrapola, casi sin querer a la evolucionada caja oscura que llevamos en las manos. La experimentación y el aprendizaje pasan a formar parte del periplo y nada ni nadie podrá convencernos de que cada disparo es ir un paso más allá en una disciplina que ya no es puro urbex, no es pura fotografía, no es pura afición.
Somos NafarUrbex.
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